Cada vez que la vida se halla amenazada y que parece que el Cosmos está agotado y vacío, muchos pueblos antiguos han sentido la necesidad de un retorno al Principio; en otros términos, esperan la regeneración de la vida cósmica, no de una reparación, sino de una recreación de esa vida. De allí procede (también) mucha la importancia esencial de todo lo que puede significar el “principio”, lo original, lo primordial dentro de cada manifestación cultural. En las grandes civilizaciones tradicionales, un nuevo reinado ha sido considerado como toda una regeneración de la historia del pueblo e incluso de la historia universal. Cada nuevo soberano, por más intrascendente que fuera, significaba también el comienzo una “era nueva”, pues el cosmos y el hombre son regenerados sin cesar y por todos los medios: El pasado es consumido, los males y los pecados son eliminados. Diversos en sus fórmulas, todos esos instrumentos de regeneración tienden hacia la misma meta: anular el tiempo transcurrido, abolir la historia mediante un regreso continuo por la repetición del acto cosmogónico.Podemos decir que el único medio de mantensión de todo el orden universal, está fundado precisamente en su misma capacidad de regeneración. El Pachacuti, representa este principio rector dentro de nuestra tradición. Su encuentro ha de ser siempre la reafirmación de una identidad, y su reconocimiento, una comprensión universal.